
Tomé el primer taxi que encontré, quería salir lo más rápido que pudiera, sentía una ansiedad incontrolable que me pedía a gritos salir de ese lugar, tan lleno de gente, de gente que pretende, masas sistematizadas que terminan teniendo el mismo rostro, inhumanas. Son todos iguales, como los insectos.
A pesar de la hora, ya bien entrada la noche, no tenía sueño así que le dije al taxista que yo lo guiaría, lo lleve por un montón de calles estrechas, cada vez con menos casas hasta que pronto se convirtió en bosque, la luna estaba llena y ya había empezado a llover, vi al taxista, se veía algo nervioso, no sé si era el vibrar del coche o si en realidad le estaban temblando las manos. Entonces me recordó a alguna película de terror, el entorno era perfecto, yo tomaba el papel del malo, del asesino. Si tan sólo tuviera una navaja o un cuchillo... Visualicé perfectamente la escena, yo agarraba la navaja y degollaba al taxista, la sangre brotaba a borbotones de la garganta de mi víctima, podía olerla , sentirla, caliente. Y me sentía vivo, más vivo que nunca.
Me regresó a la realidad la voz del taxista preguntandome el camino - sentí una pequeña decepción que no me atrevía a confesarme -, yo le respondí que me bajara ahí, un poco más allá se veían luces, se ofreció a llevarme pero tenía ganas de caminar bajo la lluvia. De mala gana acercó el coche a la orilla del camino, me bajé, hacía más frío de lo que me imaginaba, era bueno, justo lo qué necesitaba.
Llegué al montón de luces, era un pequeño hotelito, se veía algo viejo o por lo menos muy deteriorado (a causa de la humedad, supuse). Como no tenía mucho entusiasmo por irme a mi pequeño y gris hogar, decidí darme el lujo de pasar la noche ahí...
Continuará.