Lo nefado (parte 4)

Llevaba varias horas entre caminata y descanso,durante todo el camino me dediqué a ver a los coches que pasaban a toda velocidad junto a mí, después de no mucho ya estaba en plena ciudad, en alguna parte que no conocía, la gente me miraba extrañada, como si todos se conocieran y se estuvieran preguntando que hacía una criatura como yo en su territorio. Seguí caminando buscando alguna fonda o unos abarrotes, que al parecer no eran tan abundantes en esta parte de la ciudad. Después de poco tiempo, al doblar una esquina, me encontré un lugar ideal, pedí unas quesadillas de queso con huitlacoche y una cerveza bien fría, comí tranquilo, no tenía prisa, yo era un extranjero en ese mundo que me rodeaba, lleno de tantas cosas nuevas y de esos seres que me daban un sentimiento familiar vago, como la cara da alguien a quien solo haz visto unas pocas veces.

Terminé de comer y satisfecho me dispuse a pagar. Saqué mi cartera y con sorpresa descubrí que después de pagar lo que comí, me quedarían únicamente cincuenta centavos. Dí a la mesera el único billete que tenía y esperé a que regresara con aquella diminuta moneda de latón que momentos después de dejar el lugar se me caería de los dedos para introducirse por entre las rendijas de una coladera.

Ya sin dinero y aún sin destino seguí vagando por las calles, sólo para ver si llegaba a Roma o si llegaba algún aroma que me abriera el apetito. Terminé en un parque, había perros paseando a sus humanos y uno que otro humano paseando solo, me senté en una banca a ver el suelo, había un caminito de hormigas cargando cochinada y media, haciendo como que trabajaban, fijé la vista en una de ellas, caminaba muy apresurada, de vez en cuando se encontraba con otra hormiga que transitaba en sentido contrario, se tocaban las antenas y seguían su viaje, una sombra me desconcentro, era la sombra de un hombre. Levanté la cabeza...


Continuará.

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