Lo nefando (parte 3)


...cuatro-cruato-cautro...” me dormí.


Fue más corto que un pestañeo, o al menos eso fue lo que me pareció. Me despertó un insolente y desgraciado rayo de sol que me dio con todas sus fuerzas en la cara, me alejé rápidamente de esa luz desconsiderada y me caí de la cama enredado en la colcha de flores con la que me había cubierto inconscientemente  durante la noche. Después de batallar unos minutos intentando zafarme de aquel engendro colorido y tibio, logré liberarme quedando tumbado en el suelo. Todavía con los ojos hinchados y llorosos me incorporé y fui al baño, abrí la llave del lavabo y me enjuagué la cara con el agua fría que salía sin obtener los resultados que me hubieran gustado, seguía igual de torpe y confuso. Decidí salir de allí pero seguía sin ganas de llegar a alguna parte -¿A dónde iría?- salí al pasillo, abrí la puerta y dejé las llaves en el mostrador, salí del hotel y me puse a buscar mi coche en el estacionamiento, entonces recordé el cómo había llegado hasta ahí, más bien no lo recordaba, no tenía la más mínima idea de donde estaba en ese momento. Regresé al hotel a ver si había alguien (tal vez la señora de la noche anterior) que me pudiera dar una pista de dónde estaba, pero antes de llegar a la puerta caí en cuenta de que en realidad no necesitaba saber mi ubicación si no tenía un lugar al que llegar, así que regresé al estacionamiento y me dirigí hacia la calle.


Mientras caminaba me dediqué a observar el camino, el asfalto mojado, las piedrecitas sueltas, uno que otro excremento de ganado y un perro muerto al que vi sin asco y sin interrumpir mi trayecto. Después de unos minutos y de varios vehículos automotores pasó una camioneta familiar plateada con las ventanas abiertas, de la ventana del conductor salió expelido un pequeño papel  blanco. Me acerqué rápidamente a él, lo tomé y noté que tenía algo escrito con una letra de razgos elegantes y apresurados. Lo leí mientras caminaba: cita importante con Ruiz, a las 7:00 en el Grand Hotel, llevar presupuesto de mesas y sillas. Siendo franco, he de decir que me decepcionó bastante y me pareció como si ese corto mensaje se burlara de mí, de mi que no tenía a ningún señor Ruiz al que entregarle presupuestos, ni ninguna “cita importante”  de la que dependiera mi destino. Enojado no sé si conmigo o si con el papel, lo rompí en dos y lo aventé a un lado.


continuará...

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